Podría parecer extraño que haya dejado temporalmente El Paso para cursar una beca en el Instituto Lonergan de Boston College, en los próximos seis meses. Me dispuse a trasladarme para pensar en nuevas direcciones y mejores formas de servir a las personas en la Diócesis de El Paso. Agradezco al Obispo Mark Seitz y a mi equipo de trabajo en el Instituto Tepeyac por este apoyo.
Una de las cosas que más me ha preocupado es la metodología que utilizamos en la formación para el ministerio y en Teología en el Instituto Tepeyac. La metodología, la estrategia utilizada en la enseñanza para alcanzar los objetivos, es a menudo confusa y sin rumbo. Sin embargo, en los últimos años hemos dado forma a nuestros métodos de enseñanza. Por ejemplo, los adultos aprenden mejor a través de compartir e intercambiar en grupos pequeños, en lugar de exponer conferencias que son un tipo de acercamiento como el de “un sabio en el escenario”. Así que, ¿por dónde empezar para mejorar tales métodos?
Cuando se habla de metodologías y las formas de pensamiento y comprensión, no hay nada mejor que el estudio del jesuita canadiense Bernard Lonergan (fallecido en 1984). Sus dos monumentales obras son Insight: estudio sobre la comprensión humana y Método en Teología. Alguna vez se me dijo que Lonergan trata del “pensar sobre el pensamiento”. Cuando escuché esta expresión, me sentí atónito como un “ciervo ante los faros de un coche”. Entonces me di cuenta lo que era “pensar”, o intentar comprender el inglés. También recuerdo la lectura de los apuntes de un retiro del Vaticano II por el jesuita italiano Ricardo Lombardi quien hizo el comentario: “Hay violencia en el mundo de hoy porque la gente no sabe cómo pensar”. Por tanto, es en esta área que tengo la intención de dedicarle tiempo al estudio.
El punto de entrada a este vasto campo comienza con el problema fundamental. En la tradición cristiana católica, la Eucaristía es “la fuente y cumbre” de la persona creyente y la comunidad de fe. La Eucaristía es el punto focal para la transformación de las personas y para el mundo. Pero, ¿lo es? ¿Hay una desconexión entre lo que celebramos en nuestras liturgias y los sacramentos con nuestra vida diaria? ¿Por qué hay aún tanta violencia?
La semana pasada, los medios de comunicación cubrieron la noticia del terrible ataque terrorista en las oficinas de Charlie Hebdo. Por todo el mundo, se motivó a las personas para manifestar su solidaridad con los ideales de la libertad de expresión. Una onda expansiva de energía positiva se trasladó como un tsunami en todo el planeta. Me pregunto ¿cómo la Eucaristía tiene el efecto similar a una onda expansiva en todo el mundo? ¿El Espíritu Santo es parte de ese efecto? ¿Lo realiza el Espíritu, el “viento que sopla dondequiera”?
El centro de atención de esta investigación es la desconexión entre el poder de transformación de los símbolos (los sacramentos, la Eucaristía) y la vida cotidiana. El símbolo específico que veré, junto con otros, es el año litúrgico. Mi hipótesis es que si la comunidad entiende mejor los patrones de la experiencia, los ritmos y los símbolos del año litúrgico; la fe puede desarrollarse, madurar y ser el puente de transformación en la vida diaria. Sin embargo, el comprender los símbolos no es suficiente: es necesario someterse a una conversión y entrega al Espíritu, quien es la transformación, la energía espiritual. Por esta razón, este blog lleva por título “Símbolo y Espíritu”.
Este blog señalará mi progreso y la integración de este tema con las ideas de Lonergan. El primer párrafo de Insight explica que Descartes habla de romper los grandes problemas en pequeñas partes. Lo que estoy haciendo aquí es presentar una pequeña parte de un problema más amplio sobre la decadencia de la civilización. Quiero terminar citando a Lonergan:
Por tanto, la decadencia continúa descaradamente. El intrincado problema sigue creciendo. Las racionalizaciones de multiplicar, de acumular, están vinculadas entre sí en un imponente sistema de pensamiento que es alabado por todos los que olvidan el adagio: a quienes los dioses destruirían, primero los hace ciegos.
¿Puede un pueblo, una civilización recuperarse de tal decadencia? En mi opinión, la única solución es lo religioso.
(Tercera colección. Artículos de Bernard J. F. Lonergan, S. J., ed. Frederick Crowe, 158).
Una de las cosas que más me ha preocupado es la metodología que utilizamos en la formación para el ministerio y en Teología en el Instituto Tepeyac. La metodología, la estrategia utilizada en la enseñanza para alcanzar los objetivos, es a menudo confusa y sin rumbo. Sin embargo, en los últimos años hemos dado forma a nuestros métodos de enseñanza. Por ejemplo, los adultos aprenden mejor a través de compartir e intercambiar en grupos pequeños, en lugar de exponer conferencias que son un tipo de acercamiento como el de “un sabio en el escenario”. Así que, ¿por dónde empezar para mejorar tales métodos?
Cuando se habla de metodologías y las formas de pensamiento y comprensión, no hay nada mejor que el estudio del jesuita canadiense Bernard Lonergan (fallecido en 1984). Sus dos monumentales obras son Insight: estudio sobre la comprensión humana y Método en Teología. Alguna vez se me dijo que Lonergan trata del “pensar sobre el pensamiento”. Cuando escuché esta expresión, me sentí atónito como un “ciervo ante los faros de un coche”. Entonces me di cuenta lo que era “pensar”, o intentar comprender el inglés. También recuerdo la lectura de los apuntes de un retiro del Vaticano II por el jesuita italiano Ricardo Lombardi quien hizo el comentario: “Hay violencia en el mundo de hoy porque la gente no sabe cómo pensar”. Por tanto, es en esta área que tengo la intención de dedicarle tiempo al estudio.
El punto de entrada a este vasto campo comienza con el problema fundamental. En la tradición cristiana católica, la Eucaristía es “la fuente y cumbre” de la persona creyente y la comunidad de fe. La Eucaristía es el punto focal para la transformación de las personas y para el mundo. Pero, ¿lo es? ¿Hay una desconexión entre lo que celebramos en nuestras liturgias y los sacramentos con nuestra vida diaria? ¿Por qué hay aún tanta violencia?
La semana pasada, los medios de comunicación cubrieron la noticia del terrible ataque terrorista en las oficinas de Charlie Hebdo. Por todo el mundo, se motivó a las personas para manifestar su solidaridad con los ideales de la libertad de expresión. Una onda expansiva de energía positiva se trasladó como un tsunami en todo el planeta. Me pregunto ¿cómo la Eucaristía tiene el efecto similar a una onda expansiva en todo el mundo? ¿El Espíritu Santo es parte de ese efecto? ¿Lo realiza el Espíritu, el “viento que sopla dondequiera”?
El centro de atención de esta investigación es la desconexión entre el poder de transformación de los símbolos (los sacramentos, la Eucaristía) y la vida cotidiana. El símbolo específico que veré, junto con otros, es el año litúrgico. Mi hipótesis es que si la comunidad entiende mejor los patrones de la experiencia, los ritmos y los símbolos del año litúrgico; la fe puede desarrollarse, madurar y ser el puente de transformación en la vida diaria. Sin embargo, el comprender los símbolos no es suficiente: es necesario someterse a una conversión y entrega al Espíritu, quien es la transformación, la energía espiritual. Por esta razón, este blog lleva por título “Símbolo y Espíritu”.
Este blog señalará mi progreso y la integración de este tema con las ideas de Lonergan. El primer párrafo de Insight explica que Descartes habla de romper los grandes problemas en pequeñas partes. Lo que estoy haciendo aquí es presentar una pequeña parte de un problema más amplio sobre la decadencia de la civilización. Quiero terminar citando a Lonergan:
Por tanto, la decadencia continúa descaradamente. El intrincado problema sigue creciendo. Las racionalizaciones de multiplicar, de acumular, están vinculadas entre sí en un imponente sistema de pensamiento que es alabado por todos los que olvidan el adagio: a quienes los dioses destruirían, primero los hace ciegos.
¿Puede un pueblo, una civilización recuperarse de tal decadencia? En mi opinión, la única solución es lo religioso.
(Tercera colección. Artículos de Bernard J. F. Lonergan, S. J., ed. Frederick Crowe, 158).